
El 99% del calcio de nuestro organismo se encuentra en el hueso, este es un tejido activo donde se realiza la absorción y resorción, proceso denominado remodelación ósea, según las necesidades del organismo para mantener niveles sanguíneos normales de este mineral, los cuales oscilan entre 8 y 10,5 mg./dl.
La formación y crecimiento de los huesos se realiza hasta los 20 años, aproximadamente, y es a los 30 años donde se produce el pico de masa ósea, por ello, es sumamente importante consumir la cantidad adecuada de calcio a diario hasta esa edad, para por supuesto continuar con su ingesta a posteriori; ya que a partir de esa edad se va perdiendo el 1% anual de dicha masa. Para que estas pérdidas no se vean incrementadas es necesario cumplir con el requerimiento diario a través de la alimentación.
En su absorción y depósito intervienen la vitamina D, el fósforo, y hormonas como la parathormona y la calcitonina.
El calcio se absorbe en el duodeno, primera porción del intestino delgado, en alrededor de un 30 % respecto a la cantidad ingerida, y el resto se elimina por orina y heces.

Hay sustancias que favorecen dicha absorción, como la vitamina D y la lactosa, presentes en los lácteos y, a su vez, la actividad física y la exposición al sol ayudan a su fijación en los huesos. Por el contrario, disminuyen su absorción el exceso de oxalatos y fitatos (todo lo que contenga fibra) presentes en vegetales, el exceso de fósforo y proteínas, de cafeína (café, té y bebidas colas) y de sodio incrementan las pérdidas por orina, mientras que el tabaquismo y el alcohol también son factores desfavorables.
Los principales grupos de riesgo para la deficiencia de calcio son:
Niños
Adolescentes
Embarazadas
Niños
Adolescentes
Embarazadas
Mujeres durante la menopausia
Adultos mayores
Personas que padecen desórdenes alimentarios
Vegetarianos estrictos
Adultos mayores
Personas que padecen desórdenes alimentarios
Vegetarianos estrictos
Fumadores
El calcio de mejor calidad se encuentra en los lácteos, hay también otras fuentes alimenticias como las legumbres (esp. la soja), las semillas (esp. de amapola), las frutas secas, las hortalizas de color verde intenso, que también lo contienen pero al ser de origen vegetal es mucho menos aprovechable por el organismo. Por otra parte, los pescados enlatados con sus espinas son a la vez una buena fuente. Hay en el mercado, también, numerosos alimentos fortificados o enriquecidos con este mineral, como cereales y derivados (panes) y los propios lácteos.

La falta de vitamina D no es un problema muy común actualmente, aunque puede observarse en personas mayores; ya que la piel produce menos vitamina y su aprovechamiento puede estar disminuído, como así también la función hepática.
Su falta puede producir raquitismo en niños y osteomalacia en adultos. Su carencia generalmente va acompañada por una disminución en la absorción de calcio y menor retención de fósforo, esto causa una desmineralización del hueso. En personas de edad, especialmente mujeres, puede aumentar la pérdida de hueso después de la menopausia y dar como resultado osteoporosis.

incorporación de vitamina D a través de la alimentación diaria, o bien, con suplementos.
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